Las Máscaras y el carnaval de Xonaca
- María del Carmen López Cuevas
- 7 mar 2017
- 14 Min. de lectura

INTRODUCCIÓN
“Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa” (Paz, 1998).
Desde tiempos muy remotos, el hombre ha tenido la necesidad de modificar su aspecto físico con determinados fines utilizando elementos que se encuentran en su propio entorno con ayuda de su imaginación; con fines rituales, didácticos o recreativos, surgieron los disfraces para cubrir el cuerpo y las máscaras para ocultar el rostro y por lo tanto, la identidad de quienes las utilizaban.
Una de las prácticas más singulares en las que el uso de las máscaras resulta indispensable es el Carnaval, nacido en la Europa Cristiana de la Edad Media como una celebración previa al tiempo Cuaresmal, marcado en el calendario Litúrgico de la Religión Católica. Con la llegada de los europeos al territorio que actualmente es México, el Carnaval tomó nuevos matices ya que, al igual que en muchas otras manifestaciones, se dio un sincretismo cultural que en su momento enriqueció a las dos culturas y dotó de identidad a los nuevos grupos nacidos en el Nuevo Mundo –como los criollos y los mestizos-, pero el uso de llamativos atavíos y elaboradas máscaras permaneció intacto.
De las ciudades que más tradición poseen en la República Mexicana, Puebla es sin duda alguna de las más destacadas, ya que ha vivido los grandes momentos de hazaña y derrota que ha atravesado el país, con la historia grabada en las calles que conforman sus antiguos barrios, día a día continúa reflejando toda esa riqueza cultural acumulada a través del tiempo; como muestra de estas maravillas, el Carnaval del Barrio de Xonaca, con la cuadrilla “La original de la 26 Oriente”, año con año hace acto de presencia con los ánimos renovados “Por el rescate, conservación, difusión y dignificación de las costumbres del Barrio”
El presente trabajo se enfoca en uno de los elementos principales de los disfraces que utilizan los integrantes de esta cuadrilla: LA MÁSCARA, pues además del arte y dedicación con que están elaboradas, destaca la forma en que dejan de ser un simple requisito para el traje o un objeto decorativo para convertirse en parte de las personas que la portan, algo que les dota de identidad y que abre un mundo distinto para ellos y para el público al momento de presentar su espectáculo.
MARCO TEÓRICO
Desde hace algunos años, la ciudad de Puebla ha vivido una serie de transformaciones resultado de las “nuevas condiciones y articulaciones que se dan entre capital, Estado y sociedad” (Sánchez, 2008: 17) que si bien le ha favorecido la obtención de ciertos favores derivados de la dinámica hegemónica, también ha permitido una segregación cada vez más pronunciada de las clases sociales, ya que los beneficios terminan concentrándose en pequeños grupos de poder, mientras que el resto de la población debe aplicar fielmente la llamada “ley de la selva” en donde sólo el más fuerte sobrevive.
En una sociedad en donde “ya no soy yo el que decide: soy decidido, determinado por la retórica neoliberal posmoderna” (Sánchez, 2008: 23), cobran especial importancia movimientos que surgen de las mismas personas de la comunidad como resistencia a esas dinámicas de poder. Es decir, aquellas acciones que los ciudadanos ejercen para defender su identidad, costumbres y tradiciones para evitar ser, como se dice popularmente, “uno más del montón”, son las que más resaltan por la forma en que se manifiestan y la influencia que ejercen entre los pequeños grupos de ciudadanos.
Así, una de las prácticas que destaca en la ciudad es el Carnaval, lleno de colores y sonidos inunda las calles de los antiguos barrios cuyo asentamiento se remonta al momento mismo en que se funda la ciudad. Este fenómeno no sólo es entendido como algo cómico que sucede previo al recogimiento que marca la Cuaresma del Calendario Litúrgico Católico, también como un sistema de jerarquización y un conjunto de símbolos que se articulan entre sí (Eco, Ivanov & Rector: 1989).
Además, el Carnaval hace notar la eterna dinámica dualista en la que nos vemos inmersos en nuestro día a día y cómo a pesar de que su base está en la transgresión de las normas establecidas, también es un regulador de la comunidad por la manera en que los integrantes articulan sus actividades en pro de la tradición y crean sistemas de organización consciente e inconscientemente tanto para el grupo como para el resto de la comunidad.
En el Carnaval se manifiesta aquello que se considera grotesco o chusco, se da libertad a la imaginación y los sueños más ocultos se revelan y toman forma a través de los trajes y las máscaras. “En algunos lugares se estila que las máscaras persigan a los paseantes con vejigas que se utilizan para asustar, dar golpes no demasiado fuertes, o hacer reír” (Distintos en la igualdad, 2015: 19).
Y aunque el fin para el que las máscaras se utilizan es similar, también el contexto determina la forma en que se objetiva lo que pertenece a una realidad diferente a la que se está viviendo, pudiendo pertenecer o no a la fantasía; complementándola con el resto del vestuario y construyendo una interesante totalidad.
MARCO CONTEXTUAL
Una vez consumada la Conquista española del antiguo Anáhuac, surgió la necesidad de establecer asentamientos para los recién llegados, que no sólo les garantizara morada sino también oportunidad de explotación y crecimiento económico, además de control político y social sobre los nativos de las zonas vecinas. Después del asentamiento de la Villa Rica de la Vera Cruz y la ciudad de México-Tenochtitlan –que respondían al control de lo que se convertiría en una de las principales conexiones con España y el centro de poder político y religioso-, se vio la necesidad de edificar una ciudad estratégica que cumpliera con el objetivo de dar alojo y descanso a los viajeros, sin que ello comprometiera su seguridad y comodidad.
De esta manera, en el año de 1531, se fundó la ciudad de Puebla en un valle sin ocupación humana previa, a las márgenes del Río bautizado como San Francisco. En un primer momento se planeó su edificación del lado oriental de dicho río, incluso se hicieron ceremonias religiosas para encomendar su edificación al Dios traído por los españoles, pero ante las inundaciones provocadas por la crecida del río en época de lluvias, se trasladó al lado contrario. Su trazo estuvo a manos del entonces obispo de Tlaxcala, Julián Garcés, pero para su construcción se requirió de mano de obra indígena proveniente de regiones cercanas, teniendo esto como resultado la creación de barrios circundantes al centro –ocupado exclusivamente por españoles-, que se distinguían entre sí por los oficios que sus habitantes desarrollaban.
Aún en nuestros días, estos barrios continúan existiendo y si bien el paso de los años ha cambiado su apariencia e infraestructura, y ha permitido que las actividades que se desarrollan en cada uno se vuelvan cada vez más heterogéneas, sigue existiendo en sus habitantes un sentido de identidad y pertenencia expresada en la conservación de sus distintas costumbres y tradiciones. De los barrios con mayor tradición, destaca Xonaca (del náhuatl “cebolla”), ubicado al Nororiente de la ciudad, con su Carnaval, que se celebra año con año, iniciando un domingo antes del Miércoles de Ceniza y cuyo origen se remonta a los años en que el sistema de haciendas regía la vida social y económica de la ciudad; aunque el registro formal más antiguo es de 1938 (Churchil, 2009: 10) con la cuadrilla conocida como “La Original de la 26 Oriente”, que continúa vigente y destaca entre todas las demás.
HIPÓTESIS
HI.- Las máscaras son objetos que forman parte del disfraz reglamentario de un huehue o maringuilla, a los que los sujetos les proporcionan dos niveles de carga simbólica: la individual y la colectiva.
H0.- Las máscaras son objetos que únicamente forman parte del disfraz de huehue o maringuilla y no poseen una carga simbólica específica.
Ha La carga simbólica con la que los sujetos dotan a las máscaras de manera individual está determinada por la significación colectiva de las mismas.
METODOLOGÍA
La presente investigación se hizo en el mes de febrero de 2016 en el marco de la celebración del Carnaval, durante cuatro sesiones con una duración aproximada de entre 5 y 7 horas cada una.
Previo a la asistencia al Carnaval y a manera de contextualización, se realizó la lectura “El Carnaval en el Barrio de Xonaca” de Nancy Churchil y ¡Carnaval! de Umberto Eco, V.V. Ivanov y Mónica Rector, el profesor de grupo nos mostró algunos materiales de su registro personal –fotografía y video, principalmente- del Carnaval del barrio recopilado en años anteriores y nos detalló a grandes rasgos en qué consiste la tradición, además de explicarnos la tarea que debíamos realizar durante el trabajo de campo.
El primer día de trabajo de campo, el profesor nos presentó con los miembros de la Comisión Organizadora de la Cuadrilla de la 26 Oriente y algunos de los integrantes, además detalló las actividades que realizaríamos en los días que permaneciéramos ahí. Con el fin de permitir una mejor interacción, facilitar el acceso a ciertos espacios e información y evitar malos entendidos entre los alumnos y los integrantes de la cuadrilla, se elaboraron gafetes que identificaran a los estudiantes.
Día con día, organizados en parejas o de manera individual, nos dimos a la tarea de interactuar con los integrantes de la cuadrilla con el objetivo de obtener información para elaborar un censo y dirigir ciertas entrevistas y herramientas de recolección de datos enfocadas a los temas de interés de cada uno de los alumnos –en este caso, las máscaras- para finalmente procesar la información y poder presentarla en esta breve etnografía.
LAS MÁSCARAS: IDENTIDAD Y SIMBOLISMO
Es día de Carnaval, por las calles del Barrio de Xonaca, reina una quietud que difiere de la cotidiana, una quietud expectante… conforme la hora de la presentación se acerca, parece que las hasta entonces poco transitadas calles del barrio van cobrando vida…
Poco a poco se ven pasar hombres ataviados con elegantes trajes, sombreros adornados con grandes plumas y coloridas capas. Tras ellos, una multitud de personas de todas las edades se van congregando en las calles en donde la cuadrilla habrá de presentarse, son habitantes del barrio y personas externas que se acercan a presenciar el espectáculo.
Y en el punto de reunión ya se encuentran las personas ataviadas con los trajes de los personajes característicos de este Carnaval:
Los hombres que representarán a los diablos, con sus trajes rojos adornados con lentejuela dorada o plateada y sus máscaras de silicón con gesto entre chusco y grotesco, respondiendo a la imagen popularizada del demonio, pero sin estar enmarcadas en lo terrorífico.
Las mujeres, jovencitas y jóvenes que serán los personajes conocidos como maringuillas, urbanas en su mayoría, con vestidos similares a los que las niñas usan en las tradicionales fiestas de XV años, boleros o mascadas que les cubren los hombros y brazos y tocados o sombreros adornados con plumas de avestruz a juego con el vestido.
Y finalmente, los hombres que serán los huehues, que se distinguen de las demás cuadrillas por la uniformidad y pulcritud de sus trajes color negro, zapatos del mismo color, faja roja, camisa blanca, capa de satín o terciopelo bordada con motivos que exaltan el pasado prehispánico y sombreros texanos con largas plumas de avestruz.
Antes de salir a bailar se dan los últimos retoques y ajustes al vestuario, y en el caso de estos dos últimos personajes su atavío se complementa con unas singulares máscaras.
Elaboradas de madera de cedro, fibra de vidrio o hueso, los rostros tallados de personajes anónimos que imitan ciertos rasgos europeos: tez clara, nariz afilada, pómulos torneados, mejillas sonrosadas y con hoyuelos, ojos claros –color verde, azul o gris, hechos de material acrílico o cristal-, barbas y bigotes muy bien definidos (esto debido a que, en Xonaca, el Carnaval nace como una parodia a los bailes a los que convidaban los hacendados y a los que el “indio” sólo podía asistir como sirviente); algunas otras son perfectas copias de personajes de la farándula nacional, en especial de la época de oro del cine mexicano como Pedro Armendáriz. La fracción de cabello que requieren puede ser tallada al igual que el resto de la máscara o sustituida por una tira de hilos colgantes de chaquira, generalmente dorados o de colores que combinen con el resto del traje, que cuelgan desde la frente.
La dimensión aproximada de estas máscaras es de 15 x 20 centímetros y un grosor que apenas sobrepasa los 5 milímetros, suficiente para cubrir completamente el rostro de quien la usa y no causar dificultades a causa del peso, ya que, sin importar el material del que estén elaboradas, resultan muy ligeras. Los ojos de la máscara no coinciden con la posición de los ojos en el rostro del sujeto que la portará, lo que permite la visión a través de una ranura colocada generalmente en las cejas o en el párpado inferior de la máscara. Para permitir la circulación de aire hacia la nariz de la persona, la nariz misma de la máscara posee unos agujeros discretos en la parte inferior. Al interior, la careta posee pequeñas almohadillas de esponja en la frente y la nariz para evitar alguna lesión por roce debido al uso durante el transcurso del baile, éstas pueden ser colocadas por el artesano que las elabora o adaptadas por el dueño y en su defecto, el sujeto se coloca banditas adhesivas o material similar complementado con gasas, a la altura de su tabique nasal.

En la parte posterior, algunas máscaras poseen un mecanismo en uno o ambos ojos que les permite cerrarse cuando el dueño de la máscara así lo desea. Este consiste en una pequeña palanca conectada al párpado(s) superior(es) de la máscara, unido a un hilo que sobresale de la parte inferior por un diminuto orificio situado en la parte de la barbilla y que se apoya de un resorte para regresar el gesto a su forma natural. Así, mientras el huehue ejecuta su danza puede guiñar el ojo a manera de coqueteo con su público; por lo tanto, a diferencia de las otras caretas, las que tienen la capacidad de ejecutar el gesto del guiño tienen los párpados tallados aparte del resto de la pieza.

Finalmente, como apoyo para su colocación el sujeto se coloca un pasamontañas de algodón y una mascada de colores. Para sostener la máscara a la cabeza, ésta posee tres listones en la parte superior –uno a cada lado y otro en medio- o en su defecto un elástico en forma de “T” que rodea la cabeza y se coloca en la parte superior de la misma; este elástico debe embonar perfectamente y permanecer en buen estado para evitar que la careta se mueva debido a los movimientos que implica la ejecución del baile.
El gesto que poseen las máscaras es de rebosante alegría y llama la atención que mientras las máscaras descansan en espera de ser colocadas, se distingue la rigidez del material con que están hechas y la idealización del rostro perfecto que el artesano grabó al momento de elaborarla, sin embargo, una vez que se colocan, pareciera que cobran vida, sonríen espontáneamente y hasta pareciera que hacen diferentes gestos, la rigidez queda de lado y es donde se manifiesta el verdadero arte porque pareciera que entre las mismas máscaras hay cierta camaradería que despierta al compás de la música.
Estas máscaras son elaboradas mayoritariamente en talleres tradicionales ubicados en el centro histórico de la ciudad de Puebla o en comunidades del vecino estado de Tlaxcala, como Huamantla; su costo depende del material con el que esté elaborada y oscila entre los $3000 y $10000, aunque algunas llegan a ser un poco más económicas, pero son pocos los casos; en cuanto al tiempo de elaboración, es de aproximadamente un año por lo que los trabajos deben anticiparse apenas termine la temporada de Carnaval para que estén listos poco antes de la siguiente temporada. Muchas veces, el diseño y la elaboración corren totalmente a manos del artesano, sin embargo también existe la posibilidad de que el cliente proponga personajes y diseños para que el artesano los ejecute, dándose un proceso dialéctico en donde tanto artesano como cliente se convierten en creadores, permitiendo imprimir autenticidad que hace de la máscara una pieza irrepetible.
Sus materiales y el tratamiento que conlleva la elaboración permiten que la máscara perdure por mucho tiempo; sin embargo, su transporte y conservación requieren de mucho cuidado ya que el mínimo rasguño puede romper con la perfección que refleja. Cuando una máscara sufre daños, se lleva a los talleres en que fue elaborada para su restauración, la cual encierra a veces mayor complejidad que la elaboración misma, porque se deben igualar los colores y texturas para evitar que se distinga el cambio entre la pintura original y la renovada. Esto hace que sea muy poco común ver caretas con daños considerables -como rasguños visibles o deterioros en la pintura- al momento de la presentación del Carnaval.
El valor monetario de la careta, el diseño, la elección y la antigüedad de la misma, hacen que el valor de la máscara aumente con el paso del tiempo –tanto material como simbólicamente- ya que evoca situaciones y recuerdos personales que varían de un individuo a otro y que, a pesar de su complejidad puedan enmarcarse en un objeto que para alguien externo no significaría nada. Así, el momento en que el sujeto se coloca la máscara, da inicio el verdadero Carnaval, pues no importa la edad, género, profesión u oficio, todos los integrantes de la cuadrilla se coordinan, se vuelven de la misma clase y articulan sus esfuerzos en pro de la antiquísima y significativa tradición.
ANÁLISIS
Para entender cómo es que las máscaras son dotadas de significado es necesario identificar tres momentos:
1) Elaboración
2) Compra
3) Uso; ésta última se divide a su vez en:
a) forma
b) tiempo
c) recuerdos.
Con esto, nos podemos dar cuenta de cómo la significación de las máscaras no es algo que se da de manera espontánea y aislada, al contrario, lleva un proceso que se articula con el tiempo de vida de la máscara. El inicio de dicho proceso, comienza en el momento en que se da paso su elaboración, la cual depende del artesano, pues es quien conoce los materiales aptos para utilizarse y las técnicas con que habrá de tratarlos, además de que dedica tiempo, esfuerzo y creatividad para darle vida.
En lo que confiere al comprador, implica destinar parte de los ingresos para su compra –independientemente de si el pago se realiza o no en una sola exhibición, adquirir una máscara implica hacer un gasto que debe planearse-, incidir en el proceso de elaboración a través de propuestas propias que le doten de originalidad y abrir un espacio para ella en su vida, ya que prácticamente, la máscara pasa a formar parte de la familia.
En cuanto al uso, debe considerarse que, cuando el artesano permite que el cliente opine, es el cliente quien decide qué identidad tomará durante el Carnaval y cómo creará un conjunto armónico con el resto de su traje; podría decirse incluso que esto forma una nueva personalidad, que permanecerá oculta el resto del año y que sólo cobrará vida en cuanto inicie el carnaval.
El tiempo de uso también le dota de significado pues implica que se ha sabido cuidar el material y además se ha consolidado cierto personaje fácilmente identificable a los ojos del público. De la mano de esto, el tiempo evoca recuerdos o anécdotas: el primer carnaval, la participación de padres y abuelos, la reacción de los espectadores, incluso llega a ser conexión con seres queridos que han fallecido y participaban en el Carnaval o permiten que el personaje sea reconocido dentro del grupo y la comunidad. En todo esto radica la importancia y valor de las máscaras.
Así pues, lo que pareciera ser una totalidad –el Carnaval- se subdivide en pequeños universos presentes en la organización, en los individuos, en el vestuario, etc.; siendo cada uno de estos depositario de un sinnúmero de elementos, símbolos y significados que no se distinguen a simple vista pero que las personas lo sienten, lo hacen suyo y terminan dotándolo de esa particularidad que hace que siga perdurando a pesar del paso de los años y de los cambios sociales que se viven dentro y fuera de la comunidad.
CONCLUSIONES
Resulta impresionante cómo un hecho que puede considerarse tan fugaz como el Carnaval, funge como regulador no sólo de los integrantes de la cuadrilla, sino también del resto de la comunidad. Pero más impresionante resulta cómo los objetos que utiliza cada individuo como parte de su atuendo, son dotados de significado, destacando la identidad como uno de los significados más importantes y profundos. Así, por ejemplo, mientras existen elementos que unifican y los hacen parte de la cuadrilla, como sus fajas y sus botones; también hay otros que les permiten crear una identidad individual, como son las capas y las máscaras.
En el caso de las máscaras, el significado que se les otorga parte de dos vertientes: la colectiva y la individual. A nivel colectivo, las personas expresan que las máscaras son representaciones del rico hacendado europeo, quien para hacer gala de su fortuna organizaba elegantes bailes a los que convidaba únicamente a los de su clase. Pero por otro lado, a nivel individual, las máscaras poseen significados distintos, dotado generalmente por el portador: la máscara que yo ayudé a diseñar, la que más le agrada al público, la más bonita que poseo, la del abuelito que fue iniciador de la cuadrilla, la que me regaló mi papá, etc.
Este conjunto de valores se conjugan y hacen de las máscaras objetos únicos e irrepetibles, pues aunque a simple vista parecieran todas iguales, cada una es una especie de recipiente en donde se depositan historias, anécdotas y recuerdos. En eso radica la verdadera importancia de la máscara y son esos elementos los que hacen que tenga vida propia y que no sea un simple objeto de madera tallada.
Así como las máscaras tienen dos significados, cada hecho o manifestación social permite unificar pero también a las comunidades, sin que esto ponga en riesgo el significado personal del que los individuos pueden dotarle y esto en vez de atentar contra la práctica, la enriquece.
REFERENCIAS
Eco, H., Ivanov, V., & Rector, M. (1989). ¡Carnaval!. México: FCE
Churchill, N. 2009. El Carnaval en el Barrio de Xonaca. En Serie Compositores Poblanos (9, 6-31) México: Gobierno del Estado de Puebla, Secretaría de Cultura.
Sánchez, J. (2008) La Neo-Liberalización de la Angelópolis. México: BUAP
García, F. (2014). Barrios indígenas de Puebla, la historia que rodea la ciudad capital. Marzo 16, 2016, de Poblanerías Sitio web: http://www.poblanerias.com/2014/02/barrios-indigenas-de-puebla-la-historia-que-rodea-la-ciudad-capital/
México Desconocido. (2016). Fundación de Puebla. Marzo 16, 2016, de México Desconocido Sitio web: http://www.mexicodesconocido.com.mx/fundacion-puebla.html
Distintos en la Igualdad. (2015). Máscaras del Mundo. Marzo 16, 2016, de Distintos en la Igualdad Sitio web: http://distintosenlaigualdad.org/imagenes/documentos/cuadernillos%20talleres/exposicion%20mascaras%20p.pdf
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