

María del Carmen López Cuevas
(Fotografías y texto)
CARNAVAL: Una Tradición Apasionante
El Calendario Litúrgico de la Religión Católica, al igual que el Calendario Gregoriano, es cíclico; año con año, las festividades marcadas se repiten, buscando de alguna forma, rememorar hechos importantes y significativos para dicha tradición. Dentro de los momentos más importantes en este ciclo, está la Semana Santa, en donde se rememora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo; pero previo a ella, hay cuarenta días de preparación que los fieles que profesan esta religión utilizan para una preparación espiritual para vivir íntegramente ésos momentos culminantes de la llamada Historia de la Salvación. A este periodo se le conoce como Cuaresma e inicia con el Miércoles de Ceniza.
Un domingo antes del Miércoles de Ceniza, en la mayoría de las diferentes comunidades en donde habitan personas católicas, se celebra el Carnaval, cuyo origen se sitúa en la Europa Cristiana de la Edad Media. Entre los objetivos principales de esta tradición destacan dos: el de permitir todos los excesos que en la cotidianeidad no eran bien vistos de tal forma que, terminado el Carnaval todos adoptaran la actitud de recogimiento que la Cuaresma exigía; y también el de satirizar las situaciones que generalmente eran serias o trágicas.
La llegada de los españoles a tierras americanas, significó un cambio en las prácticas de los nativos que habitaban el territorio. Para los españoles, eran necesario convertir a las personas de la tierra recién conquistada a la religión Católica, para ello, emplearon distintas herramientas evangelizadoras y en ese proceso, las prácticas de conquistadores y conquistados se fusionaron creando nuevas tradiciones y una nueva identidad de los pueblos. Aún en nuestros días, prácticas como el Carnaval continúan ejecutándose y reproduciéndose de manera generacional, algunas veces con mucha intensidad y otras corriendo el riesgo de desaparecer.
Es así que en las calles de los antiguos barrios de la Ciudad de Puebla, desde muy temprano, comienzan a congregarse en ciertos puntos, grupos de personas conocidos como “cuadrillas”, conformadas por hombres y mujeres originarios de la zona. Al Nororiente de la Ciudad de Puebla se encuentra el Barrio de Xonaca, uno de los más reconocidos por esta tradición, por dos factores: la cantidad de cuadrillas que salen a sus calles y también, porque de ése lugar se tienen registros de la cuadrilla más antigua, conocida como “La Original de la 26 Oriente”, cuya antigüedad se remonta a casi un siglo. Es precisamente en esta cuadrilla donde nace la presente serie fotográfica. Antes de que la fiesta inicie, las calles del barrio lucen casi desiertas, de vez en cuando, un transeúnte camina distraído por la calle o algún automóvil circula por las vialidades de la zona, pero cuando se acerca la hora, pareciera que el barrio va despertando de un largo periodo de aletargamiento.
Uno a uno de los integrantes de la cuadrilla, van llegando al punto de reunión. Por aquí se ve a un señor colocándose la capa, por allá otro revisa la colocación de su careta y más allá alguien se coloca el sombrero. Poco a poco a toman su lugar, la gente espera ansiosa su salida, sin distinción de edad o género, todos buscan conseguir el mejor lugar para presencias la presentación de la cuadrilla. El conjunto musical que acompaña a la cuadrilla inicia con las notas de la primer pieza y apenas un par de segundos después detiene la ejecución, es una salida en falso, con esto se logra captar la atención del público y aumentar la expectativa.
Ya en la puerta del punto de reunión asoman algunas plumas de los vistosos sombreros, los “huehues” dan los últimos retoques a su traje para evitar algún contratiempo. Las notas inician, los “huehues”, las “maringuillas” y los diablos forman dos hileras y salen a bailar. Las piezas musicales consisten en una serie de repeticiones rítmicas que acompaña los diferentes movimientos de los integrantes de la cuadrilla.
Cada movimiento hace lucir los elementos que componen el vestuario completo de los individuos, que hacen alusión a los hacendados extranjeros que se asentaron en el esplendor industrial de la Puebla del Pasado:
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Huehues: pantalón, chaleco y zapatos negros; camisa blanca, corbata de color, sombrero texano con plumas grandes de avestruz teñidas de colores; capa bordada con hilo, chaquira y lentejuela o pintada; además de la faja roja y el botón que distingue a la cuadrilla.
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Maringuillas: vestido amplio con holanes como los que ocupan las quinceañeras en su fiesta, antifaces decorados y tocados con plumas de avestruz.
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Diablos: máscaras de látex con expresión grotesca con curenos y melena de cabello sintético, haciendo alusión a la imagen tradicional del demonio que se tiene en el imaginario colectivo.
En algunas piezas, mientras los huehues bailan, los diablos se acercan con el público para elegir a alguien con quien bailar o hacerlos reír con pequeñas bromas o gestos. Los huehues no interactúan con el público directamente, sólo algunos que poseen caretas especiales, suelen guiñar el ojo a alguna persona que se encuentre cerca. Cuando uno funge como espectador el tiempo no pasa y se traslada a un espacio en donde no existe nada más que la cuadrilla con sus coloridos trajes y sus acompasados movimientos. Además, se logra entender cómo es que a pesar del paso de los años, La Original de la 26 Oriente sobresalga entre todas las de la zona: su organización ha consolidado un sistema en el que cada integrante debe cumplir con una tarea específica y reconocen que si uno comete un error, el resultado no sería el mismo; a pesar de sus variados diseños y colores, existe cierta uniformidad en la presentación de los individuos que participan y defienden firmemente el lema de la cuadrilla “por el rescate, conservación, difusión y dignificación de las costumbres del barrio”.
Esta serie está conformada por seis fotografías que fueron captadas en el Carnaval del Barrio de Xonaca, durante el mes de febrero de 2016, se busca, de alguna manera, enmarcar la complejidad del Carnaval, desde sus formas tangibles hasta sus formas simbólicas.
De todas las fotografías que se tomaron durante sesiones que abarcaban aproximadamente entre 5 y 7 horas cada una, se seleccionaron las que se presentan a continuación porque llama la atención cómo las caretas talladas en materiales rígidos –madera, fibra de vidrio o hueso- parecen adquirir un gesto vivo al momento en que las personas se las colocan y comienzan a bailar… es como si no sólo existiera camaradería entre los choferes, dependientes, estudiantes, mecánicos y demás personas que integran la cuadrilla, sino también entre las máscaras mismas.
Además se han tratado de proyectar los valores y principios que rigen al interior de la cuadrilla, pues como integrante se adquieren beneficios pero también compromisos que deben acatarse al pie de la letra y convertirlos en un estilo de vida que rige tanto a los integrantes como a sus familiares y al resto de la comunidad. Sabiendo que una manifestación cultural de este tipo es imposible de abarcar en tan breve espacio, presento las ya mencionadas fotografías para abrir una ventana que permita al lector vislumbrar apenas una pequeña parte de lo que encierra esta importante tradición y a manera de agradecimiento a todas aquellas personas que colaboraron amable y gentilmente durante las pequeñas pero enriquecedoras estancias en el trabajo de campo de jóvenes antropólogos en formación.
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