top of page

José Eleazar González Moyotl

(Fotografías y texto)

Las fotos fueron seleccionadas por la idea de que se podrá ver una sonrisa, una mueca o no se podrá ver ninguna emoción, pero detrás de cada una de esas cosas, existe todo un mundo un porqué de su existencia, no es una casualidad que la foto enmarcara esos elementos sino una causalidad, expresan un efecto que tiene en cada uno de ellos estar dentro del carnaval y más estar participando en él.

 

Cada uno cumple un papel diferente en este sistema, cada uno lo experimenta de diferente manera, pero lo que no se es visible, es qué hay detrás de esas vestimentas, qué historias nos podrán contar o que experiencias suceden al tener ese disfraz. Con los movimientos que se presentaban en  esos momentos se contagiaba la emoción que sentían, en la foto de lado izquierdo superior  y de lado derecho, se sentía una seriedad ante el discurso que estaban escuchando en ese momento, sus estáticas posturas denotaba que era algo serio el asunto y aunque uno no estuviera familiarizado con el ambiente, sabría que debía comportarse en ese instante, que fue total mente lo contrario con las dos fotos que del lado inferior, el sentimiento que emanaba de ahí era muy acogedor, si bien el sol estuviera en su pleno apogeo, uno deseaba seguir mirando esa danza de los actores, impactaba su lenguaje corporal, porque no necesitaban palabras para decirte que sonrieras, que disfrutaras y que convivieras con tus seres queridos.

 

La foto de los dos diablos que se encuentran en la parte centro inferior, era sumamente de alegría, no importaba quien, esos diablos iban con la intención de jugar, de sacar miles y miles de sonrisas a los espectadores, sus acciones eran reventar el orden: sacando a señoras de la tercera edad a bailar, enseñar, simbólicamente, sus pompas, y en vez que la gente reaccionara de una forma irrespetuosa hacia ellos, eran totalmente todo lo contrario, les aplaudían, les exigían mas actos cómicos con las risas. Contaban chistes sin mover los labios, te hacían cosquillas sin tocarte.

 

Comportamientos que nos son comunes pero si aceptados por la sociedad, pero ¿por qué? ¿Qué se necesita para que la gente acepte ver a personas haciendo algo anormal? ¿Acaso revela algo en la memoria colectiva? ¿Por qué no encasillarlos como lunáticos, donde radica la diferencia? Todas estas preguntas me surgen al ver este universo, que se contrapone con la “normalidad social”, como si fuera un grito que al escucharlo las personas entraran en un estado de euforia colectiva, saliendo momentáneamente de la “matrix” para admirar lo que se puede hacer, llegar a romper la rutina por unos instantes y ponerse a bailar, a beber a comer o simplemente a tomar fotografías del gran caos.

 

Pero el gran caos viene acompañado de un sistema de reglas que limita su total desequilibrio, esas normas que impiden que sea una fiesta de té con el sombrerero loco y su fiel acompañante la liebre, cosa que hace falta.Pero todo esto desemboca hacia una realidad totalmente cruda, es un recordatorio de la subordinación en la que nos encontramos para desenvolvernos plenamente, no es que sea estática esta subordinación, pero no es tan sencillo ir al otro lado del río. Rompen las reglas de conducta social, pero en un espacio, existe un límite legal para realizar tales acciones.

 

Los mismos integrantes aun teniendo esto presente, hacen lo que les gusta porque se mueven dentro del sistema, estando en un marco de lo legal ellos llegan a planear esto porque la sociedad exige la existencia de estos eventos. Moviéndose entre lo legal y lo ilegal es como van caminando entre el sistema. La identidad que emanan a través de sus actos es el reflejo del mismo orden social en el que están inmerso: “dependiendo de su propósito, el confinamiento varia su identidad social (…) Las condiciones de los confinados, sin embargo, no varían con la identidad social del confinamiento” Bauman, 1991, pág. 22.

© 2017 Antropología Creativa por Joelle Ortega Pérez

  • w-facebook
bottom of page